sábado, 12 de noviembre de 2011

"Un viaje en mi interior" (2ª parte)

Las clases en la universidad cada vez se hacían más monótonas, sentada en esa silla incómoda durante horas escuchando a profesores. En ocasiones tenía la tentación de coger el libro y seguir leyendo pero era curioso, leer en clase no era lo mismo, de alguna manera asocié la lectura al metro. La verdad es que nunca imaginé que un lugar apretado, mal oliente, ruidoso y estresante podría ser el mejor entorno para leer, pero así era.
Todas las personas en algún momento de la vida pasamos por una situación dolorosa y dura, pero… ¿y cómo enfrentarnos a ello? Armarte de valor y apretar los puños es lo mejor que puedes hacer por ti para superar las adversidades de la vida, pero con esto no permites que se haga algo por ti y en ti, lo cual es todavía más maravilloso. Cuando endurecemos el corazón para sobrevivir a la cruda realidad estamos, al mismo tiempo, haciendo que la fortaleza que resguarda nuestra vida de la destrucción nos prive también del santo poder del que viene la vida y que nos permite mejorar y abrirnos al mundo. Por nuestra propia cuenta podemos sobrevivir, hacernos fuertes, incluso imponernos, pero NUNCA seremos capaces de llegar a ser humanos sin ayuda.
Esta es la respuesta que Sarah York hace a la pregunta planteada. Me puse a pensar en mi situación en como entendía esas palabras, en esta vida hay tres tipos de personas: primero, las que no pueden vivir sin explicar sus problemas a alguien, aquellas personas que necesitan manifestarse, que no soportan llevar el peso del dolor en soledad; segundo, las que en ocasiones se manifiestan pero solo cuando realmente lo necesitan; tercero, las que llevan por dentro todo su dolor, aquellas personas que no se manifiestan, que no explican sus problemas a nadie, las que se sienten capaces de superar todos los problemas sin que nada ni nadie les ayude y no por una cuestión de orgullo sino por una cuestión de valor y superación personal, y al decir personal me refiero a íntimo, lo cual, lo íntimo es secreto y por lo tanto no digno de contar. Pero lo que no se sabe de este tercer grupo es que por mucho que los problemas puedan ser superados por sí mismo, hay otros factores que influyen de manera indirecta, como por ejemplo el carácter. Cuando una persona pasa por una situación dura, esa persona está constantemente luchando con su interior las 24h del día sin que nada ni nadie alrededor se entera de lo que está ocurriendo realmente. Esta situación de estrés a la que nos sometemos producida por esta constante lucha hace que nos afecte todo con más facilidad, que nos enfademos con gente que queremos, que exaltemos de repente nuestra rabia, y no es algo que sintamos o que nos afecte de verdad, es algo que expresamos inconscientemente como forma de liberar toda esa tensión que se produce en el interior de la persona que está sufriendo.  Y ese es el gran problema del tercer grupo, el no manifestar tus problemas hace que la gente no entienda tu comportamiento y tenga una opinión equivocada de ti, además hace que toda la tensión se centre en tu interior. De alguna manera contando tus problemas hace que te liberes de una carga, como si por la boca en cada palabra que expresas se repartiera tu dolor con la otra persona y pudieras ir más tranquila. Yo soy de este tercer grupo. Sin duda lo ideal sería pertenecer al segundo grupo, no se es más débil por necesitar en ocasiones ayuda, sino se es más humano.
Cuando sentimos la nostalgia tan intensamente que ni siquiera somos capaces de explicar nuestro pesar, decidimos partir anhelando encontrar a alguien en quien poder confiar, aunque tal vez lo que queremos recuperar es la parte más sincera de nosotros mismos.
Sarah York, emprendía un peregrinaje por el Himalaya donde le surgían todas estas preguntas y pensamientos, sin embargo yo, emprendía un peregrinaje algo distinto y poco común. Mi material no era una mochila, botas y ropa de montaña, un paisaje hermoso… mi material era un simple libro y un simple vagón de metro, eso me hizo pensar en la típica frase que dice que a veces en las pequeñas cosas se encuentran las grandes soluciones.

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