sábado, 12 de noviembre de 2011

"Un viaje en mi interior" (1ª parte)

Hace apenas unos días me embarqué en una aventura literaria, hacía tiempo que quería leerme ese libro pero nunca encontraba momento para volver hacerlo.
Todo empezó en los agobiantes y duros viajes de metro día a día en los que no hacía otra cosa que llenar mi mente de cosas absurdas y de pensamientos negativos. Era inevitable entrar en ese vagón, buscar asiento y observar a la gente intentando identificar los problemas o cotillear las conversaciones de los demás, hasta tal punto que interiormente me enfadaba o indignaba muchas de esas conversaciones por no estar de acuerdo con ellas como si fueran parte de mi vida. El metro me hacía pensar y no precisamente cosas positivas, era un corriente de pensamientos dispersos entre ellos la indignación del tiempo perdido sentada en un vagón.
Así que decidí que sería buena opción empezar a leer ese libro como forma de evadirme de esos momentos en los que el negativismo se apoderaba de mí.  Se titula: Corazón Peregrino de Sarah York.
Así bien, bajando las escaleras del metro de la parada Casa de Campo (L10), empezaba mi aventura, saqué el libro de la mochila para tenerlo preparado en la mano y así poder empezar nada más entrar al vagón. El cartel marcaba que quedaba un minuto para que llegara a la estación, un minuto que me cambiaría la vida, pues después de ese minuto iba a descubrir un mundo paralelo a través de unas simples hojas, un Corazón Peregrino.
El libro empezaba con una breve introducción, explicando el significado de peregrinaje, para muchos adultos la finalidad del viaje es su destino, sin embargo, el peregrinaje nos invita a viajar con el corazón porque peregrinar no requiere un destino, y a la pregunta de ¿ya llegamos? Es siempre sí, porque <llegar> es aquí y <ya> es ahora. También explicaba el por qué emprendemos un peregrinaje, ¿quizás deseamos viajar a nuestro pasado y tomarnos algún tiempo para pensar en quién habíamos sido, cómo nos habían percibido los demás, cómo habíamos cambiado? Si sólo volvimos para fisgonear, nuestra travesía es un viaje, pero si ese reencuentro con el pasado fue un intento de descubrir algo más de nosotros mismos, nuestra curiosidad tiene elementos de peregrinaje. A veces viajamos desde el hogar al peregrinaje, pero el verdadero sendero empieza dentro de nosotros mismos.
De repente dejé de leer, todo aquello que había leído hasta ahora me parecía interesante y además de engancharme, para poder seguir leyendo, había provocado en mí una reacción positiva pues era la primera vez que sentada en el metro no observaba a la gente ni cotilleaba las conversaciones, de hecho no sentía ninguna presencia alrededor, éramos mi libro y yo, y seguí leyendo…
De repente me detuve en una pregunta que realizaba la autora del libro donde te invitaba a pensar y reflexionar, era así:  ¿de dónde venimos? Cuando pensamos en el hogar, ¿pensamos en el lugar donde vivimos? ¿se trata de la casa de nuestra infancia o del pueblo donde crecimos?¿tenemos acaso un lugar al que llamar <<patria chica>>? 
Es curioso, porque reflexionando sobre eso no sabría contestar, siempre he dejado bien claro que soy de Barcelona aunque vivo en Madrid, el peregrinar de un sitio a otro me ha cambiado y la nostalgia en ambos sitios es grande, no me siento de Barcelona pues no vivo ya en esa ciudad pero tampoco me siento de Madrid pues sé que no me he criado allí, esa sensación de no sentirse de ningún lado, de no pertenecer a nada y a todo al mismo tiempo, de no tener un vínculo fuerte en alguno de los dos bandos me desorienta y me entristece. El hogar se encuentra más en el tiempo que en el espacio, más en los acontecimientos que en el tiempo, más en la gente que en los sucesos, más en nuestras propias mentes que en la gente. Somos nosotros los que creamos, añoramos, recordamos y soñamos con el hogar.
Puede que, a veces, cuando somos jóvenes, nos sintamos nostálgicos por un lugar familiar, por un lugar donde sabemos que hay gente a quien amamos y que nos acepta. Nuestra nostalgia se refiere menos a lo que hemos perdido y más a la capacidad de los jóvenes para vivir sin preocupaciones por el paso de un tiempo que nos recuerda que nuestro visado en el planeta tierra es temporal.
Sarah York, explica que nuestra tarea espiritual no consiste en volver atrás y recuperar aquellos días felices, sin ser conscientes de las fuertes cadenas a las que estábamos atados, sino en ser felices encadenados, pero completamente conscientes de que, en este mundo, sólo somos viajeros fugaces. Es difícil ser conscientes de esto porque nuestra naturaleza se empeña en negarlo, buscamos ocupaciones y actividades que nos distraigan en vez de comprometernos con la realidad.
En este preciso instante deje de leer, un fuerte golpe me dieron en la espalda, se trataba de un empujón provocado por la entrada y salida de la gente del metro. Gracias a ese empujón pude darme cuenta que se trataba de mi parada. Me sentí extraña pues nunca imagine que me iba a costar tanto salir del metro porque eso significaría dejar mi lectura. Camino a la universidad, mientras andaba, iba pensando en todo lo que había leído y deseaba con ansias volverme a subir al vagón donde el tiempo se detenía en una historia que me nutria de conocimiento.

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