domingo, 27 de noviembre de 2011

"Salida de espalda"

"Signos de excesiva fatiga"

Hay determinados signos de excesiva fatiga o adaptación frustrada, tales como pérdida de apetito y consiguiente pérdida de peso, o hinchazón de las glándulas linfáticas. No obstante, antes de que estos síntomas se hagan evidentes, la potencia de los ejercicios puede haber sido reducida al observar el preparador algunos otros síntomas preliminares. Los primeros síntomas pueden consistir en una disminución del nivel de la actuación de todo el equipo en todas las fases de sus ejercicios. Los tiempos de los nados repetidos, los batidos,  las tracciones de brazos pueden empezar a descender. Aun al ser exhortados a efectuar un rápido esfuerzo, los componentes del equipo no han sido capaces de acercarse a una buena actuación. Se habrán quejado más de lo habitual y  habrán mostrado signos de irritabilidad emocional. 
El entrenador debe hallarse preparado a reducir el peso del esfuerzo por medio de: 
1. Disminuir el volumen total del ejercicio.
2. Disminuir la calidad del ejercicio.
3. Concediendo un período de descanso, de un día o día y medio.
Es difícil para un preparador conocer anticipadamente cuándo su equipo alcanzará el punto en que el peso del trabajo deberá ser reducido. Por esta razón es de desear que los programas de preparación sean flexibles. Los lunes, martes  miércoles, los ejercicios son mu duros y el preparador cuenta se realicen en ellos buenas actuaciones.  Los jueves y viernes están ajustados, en intensidad  y duración, basándonos en cómo han actuado los nadadores los días anteriores. El sábado los nadadores deben estar cansados  y normalmente los duros  ejercicios son rebajados, no en cuanto a volumen total pero sí en intensidad. Si los nadadores se han entrenado duramente durante seis días consecutivos, el séptimo, o sea  el domingo, puede dejarse totalmente en blanco, o permitir que el nadador nade suavemente una cierta distancia, sin tomar tiempo.
Otros factores de tensión, como una dieta defectuosa, dormir poco, o el infringir otras reglas de la preparación, pueden también ser el origen de actuaciones deficientes en las prácticas.

martes, 22 de noviembre de 2011

"Clasificación: velocistas, medio fondistas y fondista"

Es obvio que todos los nadadores precisan resistencia y velocidad, pero un velocista necesita acentuar el desarrollo de la velocidad, mientras que el nadador de fondo debe hacerlo con la resistencia. El nadador de medio fondo debe preocuparse de desarrollar ambas cualidades en forma pareja.
Un velocista puede ser el mejor de su equipo en muchas ocasiones, y puede a veces ser necesario que nade competiciones en varias distancias. A medida que la temporada avanza, éste o cualquier nadador conseguirá mejores resultados en su prueba particular si se entrena para ella de forma precisa.


1. Velocistas: aquellos que nadan entre 50m  y 100m.
2. Medio fondistas: aquellos que nadan entre 100m y 200m.
3. Fondistas: aquellos que nadan entre 200m y 1500m.

Un preparador frecuentemente puede mandar realizar ejercicios idénticos a los tres grupos. Los equipos de edades distintas no deben dedicarse a las distancias para las que se preparan nadadores formados, y el preparador no debe desear especializar a sus nadadores a una edad prematura. Puede no ser tampoco deseable el dividir a los nadadores a cualquier nivel de edad, según la norma de los tres grupos, hasta tanto no se haya completado una fase básica de resistencia.

"El Avance"

Un nadador que se halla en baja forma puede progresivamente rencontrarla. En otras palabras, no debe realizar largos y duros ejercicios, pero debe practicarlos de intensidad reducida tanto en duración como en esfuerzo. Aun cuando este proceder pueda parecer obvio, se puede comprobar la cantidad de programas o de nadadores que prescinden de él e intentan desde el principio aplicar estrepitosamente el lema del entrenamiento duro.
El sistema de Indiana se basa en la progresión uniforme a lo largo de la temporada de preparación hasta el período de afinamiento. Esta progresión puede presentarse en la forma de:
1. un incremento del volumen total de nado en cada sesión
2. un incremento de la intensidad de nado
3. un incremento del número total de sesiones por semana.
Demasiado a menudo el nadador intentará precipitar su preparación y no establecerá una base firme en la que se sustenta el programa de la temporada. Importa recordar  que en el programa de preparación conviene primero vigorizar la resistencia y, más avanzada la temporada, imponer la velocidad. El dar entrada a los ejercicios de velocidad al inicio de la temporada puede producir tempranas disminuciones de tiempo en la distancia para la que el nadador se está preparando, pero ello incrementará las posibilidades de llegar pronto a la cumbre  de la temporada, con un subsiguiente decaimiento o desnivelación del progreso.

"La estimulación en natación"

Para que un nadador se entregue a un extenuante programa de preparación, debe sentirse fuertemente estimulado. Algunas veces esta ansia de triunfo proviene del propio individuo; no obstante, con más frecuencia, debe ser encuazada desde fuera. Este trabajo del preparador, y la ordenación general del programa debe ser tal, que el programa por sí mismo estimule al atleta a entrenar conciencientemente e inteligentemente. No siempre el preparador que más sabe acerca de técnicas de preparación es el que consigue que sus nadadores alcancen la cumbre de la puesta a punto; en igualdad de condiciones, el preparador que sea buen psicólogo logrará una clara superioridad.
Propongo a todo aquellos entrenadores que quieran motivar a sus nadadores dedicar una sesión en ver, analizar y reflexionar sobre una película: El Guerrero Pacífico
Esta película marcó un antes y un después en mi vida, y pienso seriamente que un deportista debería de verla obligado antes de empezar manos a la obra.

domingo, 20 de noviembre de 2011

"Sentimiento acuático"

Dicen que un nadador cuando termina su carrera deportiva, sigue sintiéndose nadador y que ese pensamiento perdura toda la vida. Puedo afirmar que desde mi retirada en la competición he seguido sintiendo lo mismo. De alguna manera sigo vinculada a este mundo acuático, trabajando en las piscinas, enseñando a niños a nadar con la misma ilusión que tengo de ver como van evolucionando y como van mejorando siempre con una sonrisa. Además siento que me falta algo, ese algo que solo me lo da la piscina, esa sensación de deslizarse por el agua... etc. Y pienso que es normal, teniendo en cuanto que tengo 24 años, de los cuales 20 me los he pasado diariamente en una piscina, ya sea con los cursillos de pequeña o entrenando de más mayor. Recuerdo todas las competiciones, campeonatos de España, de Catalunya, de Madrid, un internacional en Francia, las concentraciones con la selección en Málaga, los test en el CAR de Barcelona, las pruebas en el CAR de Sierra Nevada, sin contar las amistades, entrenadores, viajes... etc, y cada recuerdo es único. Yo era velocista y mi estilo era la braza, a los 17 años obtuve el tiempo de 33.20 en 50 braza. Para la edad que tenia ese tiempo no estaba nada mal. Dos años y medio más tarde dejaría de nadar sin haber mejorado el tiempo que realice a los 17 años. Ahora ya han pasado 4 años y es ahora cuando entiendo el porque dejé de mejorar. No hay nada peor para un deportista que la impaciencia en obtener resultados, las ganas de superarse a veces pueden jugarte malas pasadas. La psicología es un factor muy importante no solo en la competición, sino en cada entrenamiento y en cada momento de tu vida cotidiana. Saber vivir con filosofía todas las adversidades de la vida,  puede hacer que tu cuerpo este más preparado para rendir. 
Ahora ya se muchas cosas que antes no sabía, a nivel técnico, psicológico, de entrenamiento... Pero ahora mis aspiraciones son muy diferentes, no nadaré para conseguir el oro o para ser la mejor nadadora, nadaré para sentirme a gusto conmigo misma, nadaré por amor a este deporte, y os puedo asegurar que nunca me sentí tan libre nadando.

"Salida de atletismo"

                                   

sábado, 19 de noviembre de 2011

"Un viaje en mi interior" (3ª parte)

¿Cuáles son los motivos por los que una persona cede su asiento a otra en el metro? Que yo sepa principalmente hay 3 motivos razonables: primero por ser una persona mayor, segundo por estar embarazada y tercero por si padeces algún tipo de lesión o enfermedad.  Nunca en la vida he cogido el metro en ninguna de estas situaciones por lo tanto nunca me han cedido el asiento, sin embargo, sorprendentemente aquel día una señora me cedió su asiento, no lo entendía muy bien, pensé…y ¿porque? Después de mucho insistir acabé aceptando su petición y poco más tarde se quedó libre el asiento de mi derecha donde la señora se volvió a sentar.
Yo seguía con mi lectura, pero algo dentro de mi presentía una sensación extraña producida por esa señora… inconscientemente la miraba de reojo para ver que hacía, y os puedo asegurar que no tenía ningún pudor ni vergüenza, claramente estaba leyendo mi libro al mismo tiempo que yo. De repente aparte la mirada del libro y es justo en ese preciso momento cuándo la señora aprovechó para preguntarme: ¿Cómo se llama el libro? Yo amablemente le contesté y seguidamente me dijo: Tú debes de ser una persona muy especial con la edad que tienes, interesándote en este tipo de lectura… le conteste: ¿Cómo? Y seguido me dijo: Ese libro me lo leí yo el año pasado, al verte con él te cedí el asiento pues se perfectamente que hay que estar sentado para asimilar tanta información… Estuvimos hablando del libro durante todo el trayecto y fue divertido e interesante. Al marchar nos despedimos sabiendo que no nos volveríamos a ver o que quizás volveríamos a encontrarnos en el metro para seguir compartiendo más ideas. Es extraño pensar que si yo nunca hubiera traído el libro, nunca hubiera hablado con esa señora y no me hubieran pasado mil cosas, la vida es un cúmulo de elecciones, según la elección que escojas, tu camino seguirá un rumbo u otro.
Era hora de seguir leyendo, esta parte estaba muy interesante, hablaba del tiempo y el espacio. ¿Cómo definir nuestro lugar? ¿Cómo imaginarnos el lugar al que pertenecemos en toda esa ilimitada extensión de espacio?  ¿Cómo establecemos nuestro sentido de lugar en el tiempo? Según los mitos el tiempo empezó con la creación, pero tenemos un tiempo que probablemente no haya comenzado jamás, porque hablar de un principio es como decir que el tiempo puede ser contenido, y ahora sabemos que algo así no puede existir. La ciencia nos recuerda nuestro lugar, no sólo en el espacio, sino también en el tiempo. Si esta noche miro al cielo y veo estallar una estrella, presenciaré un acontecimiento que sucedió antes de que yo naciera. Cuando la luz de la galaxia espiral más próxima abandonó la tierra, no había humanos sobre el planeta. Por mucho que nos sintamos dueños del tiempo, el reloj cósmico es intemporal.
Nuestra naturaleza humana impone al caos su propio orden artificial. Por ejemplo, ubicarnos en el tiempo con nuestros relojes y despertadores, un objeto que resume la pesadumbre humana por contener lo incontenible. Tradicionalmente se sostiene que los humanos enloquecemos si, estando aislados, se nos priva de relojes y calendarios que nos permitan controlar el tiempo. Y debe ser cierto porque en las películas, los prisioneros siempre sobreviven haciendo muescas en la pared para contar el paso de los días. Si perdemos la noción del tiempo nos perdemos a nosotros mismos.

sábado, 12 de noviembre de 2011

"Un viaje en mi interior" (2ª parte)

Las clases en la universidad cada vez se hacían más monótonas, sentada en esa silla incómoda durante horas escuchando a profesores. En ocasiones tenía la tentación de coger el libro y seguir leyendo pero era curioso, leer en clase no era lo mismo, de alguna manera asocié la lectura al metro. La verdad es que nunca imaginé que un lugar apretado, mal oliente, ruidoso y estresante podría ser el mejor entorno para leer, pero así era.
Todas las personas en algún momento de la vida pasamos por una situación dolorosa y dura, pero… ¿y cómo enfrentarnos a ello? Armarte de valor y apretar los puños es lo mejor que puedes hacer por ti para superar las adversidades de la vida, pero con esto no permites que se haga algo por ti y en ti, lo cual es todavía más maravilloso. Cuando endurecemos el corazón para sobrevivir a la cruda realidad estamos, al mismo tiempo, haciendo que la fortaleza que resguarda nuestra vida de la destrucción nos prive también del santo poder del que viene la vida y que nos permite mejorar y abrirnos al mundo. Por nuestra propia cuenta podemos sobrevivir, hacernos fuertes, incluso imponernos, pero NUNCA seremos capaces de llegar a ser humanos sin ayuda.
Esta es la respuesta que Sarah York hace a la pregunta planteada. Me puse a pensar en mi situación en como entendía esas palabras, en esta vida hay tres tipos de personas: primero, las que no pueden vivir sin explicar sus problemas a alguien, aquellas personas que necesitan manifestarse, que no soportan llevar el peso del dolor en soledad; segundo, las que en ocasiones se manifiestan pero solo cuando realmente lo necesitan; tercero, las que llevan por dentro todo su dolor, aquellas personas que no se manifiestan, que no explican sus problemas a nadie, las que se sienten capaces de superar todos los problemas sin que nada ni nadie les ayude y no por una cuestión de orgullo sino por una cuestión de valor y superación personal, y al decir personal me refiero a íntimo, lo cual, lo íntimo es secreto y por lo tanto no digno de contar. Pero lo que no se sabe de este tercer grupo es que por mucho que los problemas puedan ser superados por sí mismo, hay otros factores que influyen de manera indirecta, como por ejemplo el carácter. Cuando una persona pasa por una situación dura, esa persona está constantemente luchando con su interior las 24h del día sin que nada ni nadie alrededor se entera de lo que está ocurriendo realmente. Esta situación de estrés a la que nos sometemos producida por esta constante lucha hace que nos afecte todo con más facilidad, que nos enfademos con gente que queremos, que exaltemos de repente nuestra rabia, y no es algo que sintamos o que nos afecte de verdad, es algo que expresamos inconscientemente como forma de liberar toda esa tensión que se produce en el interior de la persona que está sufriendo.  Y ese es el gran problema del tercer grupo, el no manifestar tus problemas hace que la gente no entienda tu comportamiento y tenga una opinión equivocada de ti, además hace que toda la tensión se centre en tu interior. De alguna manera contando tus problemas hace que te liberes de una carga, como si por la boca en cada palabra que expresas se repartiera tu dolor con la otra persona y pudieras ir más tranquila. Yo soy de este tercer grupo. Sin duda lo ideal sería pertenecer al segundo grupo, no se es más débil por necesitar en ocasiones ayuda, sino se es más humano.
Cuando sentimos la nostalgia tan intensamente que ni siquiera somos capaces de explicar nuestro pesar, decidimos partir anhelando encontrar a alguien en quien poder confiar, aunque tal vez lo que queremos recuperar es la parte más sincera de nosotros mismos.
Sarah York, emprendía un peregrinaje por el Himalaya donde le surgían todas estas preguntas y pensamientos, sin embargo yo, emprendía un peregrinaje algo distinto y poco común. Mi material no era una mochila, botas y ropa de montaña, un paisaje hermoso… mi material era un simple libro y un simple vagón de metro, eso me hizo pensar en la típica frase que dice que a veces en las pequeñas cosas se encuentran las grandes soluciones.

"Un viaje en mi interior" (1ª parte)

Hace apenas unos días me embarqué en una aventura literaria, hacía tiempo que quería leerme ese libro pero nunca encontraba momento para volver hacerlo.
Todo empezó en los agobiantes y duros viajes de metro día a día en los que no hacía otra cosa que llenar mi mente de cosas absurdas y de pensamientos negativos. Era inevitable entrar en ese vagón, buscar asiento y observar a la gente intentando identificar los problemas o cotillear las conversaciones de los demás, hasta tal punto que interiormente me enfadaba o indignaba muchas de esas conversaciones por no estar de acuerdo con ellas como si fueran parte de mi vida. El metro me hacía pensar y no precisamente cosas positivas, era un corriente de pensamientos dispersos entre ellos la indignación del tiempo perdido sentada en un vagón.
Así que decidí que sería buena opción empezar a leer ese libro como forma de evadirme de esos momentos en los que el negativismo se apoderaba de mí.  Se titula: Corazón Peregrino de Sarah York.
Así bien, bajando las escaleras del metro de la parada Casa de Campo (L10), empezaba mi aventura, saqué el libro de la mochila para tenerlo preparado en la mano y así poder empezar nada más entrar al vagón. El cartel marcaba que quedaba un minuto para que llegara a la estación, un minuto que me cambiaría la vida, pues después de ese minuto iba a descubrir un mundo paralelo a través de unas simples hojas, un Corazón Peregrino.
El libro empezaba con una breve introducción, explicando el significado de peregrinaje, para muchos adultos la finalidad del viaje es su destino, sin embargo, el peregrinaje nos invita a viajar con el corazón porque peregrinar no requiere un destino, y a la pregunta de ¿ya llegamos? Es siempre sí, porque <llegar> es aquí y <ya> es ahora. También explicaba el por qué emprendemos un peregrinaje, ¿quizás deseamos viajar a nuestro pasado y tomarnos algún tiempo para pensar en quién habíamos sido, cómo nos habían percibido los demás, cómo habíamos cambiado? Si sólo volvimos para fisgonear, nuestra travesía es un viaje, pero si ese reencuentro con el pasado fue un intento de descubrir algo más de nosotros mismos, nuestra curiosidad tiene elementos de peregrinaje. A veces viajamos desde el hogar al peregrinaje, pero el verdadero sendero empieza dentro de nosotros mismos.
De repente dejé de leer, todo aquello que había leído hasta ahora me parecía interesante y además de engancharme, para poder seguir leyendo, había provocado en mí una reacción positiva pues era la primera vez que sentada en el metro no observaba a la gente ni cotilleaba las conversaciones, de hecho no sentía ninguna presencia alrededor, éramos mi libro y yo, y seguí leyendo…
De repente me detuve en una pregunta que realizaba la autora del libro donde te invitaba a pensar y reflexionar, era así:  ¿de dónde venimos? Cuando pensamos en el hogar, ¿pensamos en el lugar donde vivimos? ¿se trata de la casa de nuestra infancia o del pueblo donde crecimos?¿tenemos acaso un lugar al que llamar <<patria chica>>? 
Es curioso, porque reflexionando sobre eso no sabría contestar, siempre he dejado bien claro que soy de Barcelona aunque vivo en Madrid, el peregrinar de un sitio a otro me ha cambiado y la nostalgia en ambos sitios es grande, no me siento de Barcelona pues no vivo ya en esa ciudad pero tampoco me siento de Madrid pues sé que no me he criado allí, esa sensación de no sentirse de ningún lado, de no pertenecer a nada y a todo al mismo tiempo, de no tener un vínculo fuerte en alguno de los dos bandos me desorienta y me entristece. El hogar se encuentra más en el tiempo que en el espacio, más en los acontecimientos que en el tiempo, más en la gente que en los sucesos, más en nuestras propias mentes que en la gente. Somos nosotros los que creamos, añoramos, recordamos y soñamos con el hogar.
Puede que, a veces, cuando somos jóvenes, nos sintamos nostálgicos por un lugar familiar, por un lugar donde sabemos que hay gente a quien amamos y que nos acepta. Nuestra nostalgia se refiere menos a lo que hemos perdido y más a la capacidad de los jóvenes para vivir sin preocupaciones por el paso de un tiempo que nos recuerda que nuestro visado en el planeta tierra es temporal.
Sarah York, explica que nuestra tarea espiritual no consiste en volver atrás y recuperar aquellos días felices, sin ser conscientes de las fuertes cadenas a las que estábamos atados, sino en ser felices encadenados, pero completamente conscientes de que, en este mundo, sólo somos viajeros fugaces. Es difícil ser conscientes de esto porque nuestra naturaleza se empeña en negarlo, buscamos ocupaciones y actividades que nos distraigan en vez de comprometernos con la realidad.
En este preciso instante deje de leer, un fuerte golpe me dieron en la espalda, se trataba de un empujón provocado por la entrada y salida de la gente del metro. Gracias a ese empujón pude darme cuenta que se trataba de mi parada. Me sentí extraña pues nunca imagine que me iba a costar tanto salir del metro porque eso significaría dejar mi lectura. Camino a la universidad, mientras andaba, iba pensando en todo lo que había leído y deseaba con ansias volverme a subir al vagón donde el tiempo se detenía en una historia que me nutria de conocimiento.