¿Dónde está la vida que hemos
perdido viviendo? Cuando me siento nostálgica, encuentro consuelo observando
las estrellas en una noche despejada. Muchas veces he pensado que quizás el
mundo no sea nuestro verdadero hogar, pero nos esforzamos en crear una vida
cómoda y con sentido. Nos olvidamos de que somos forasteros al sentirnos como
en casa, pero la realidad es que no estamos en casa y nuestra alma insiste en
recordarnos la dura verdad.
Puede que viva y muera como una
forastera en mi hogar. Pero si lo se, es por la sencilla razón de que, en el
fondo de mi corazón, nunca podré olvidar que soy una forastera que, a pesar de
toda una vida luchando por sentirme como en casa en un lugar nuevo, sigo
estando desamparada.
¿Qué es el hogar? Puede que sea
una ilusión, un lugar donde sentirnos seguros y en paz, a salvo de la soledad.
Hogar es también sinónimo de aceptación.
¿Por qué abandonar las
comodidades del hogar para acampar en el frío? ¿Por qué sacrificar momentos que
podríamos compartir con la familia y renunciar a un buen trabajo para escalar
un risco? Nuestra salud mental es algo poderoso y solo si la cuidamos podemos
llegar a ser personas increíbles. Tener miedo al cambio es algo normal, cuánta
energía hemos desperdiciado en el miedo, tenemos más miedo en actuar que en la
realidad de vivir. Vivir en el límite nos obliga a prestar más atención a
nuestras necesidades. A veces, es bueno
salir de las comodidades rutinarias, para aprender cosas sobre nosotros que la
vida diaria no nos ofrece la oportunidad de descubrir.
Cuando el fuego amenaza con
alcanzarte, no huyas de él, corre, atravesando la línea de fuego en dirección al
lado que ya se ha quemado, así atravesaremos nuestros problemas, es la única
salida.
Estando perdida en una ruta
desconocida, recordé un poema de David Wagoner, “Perdido”. El poema me inspiró:
Quédate quieto. Los arboles de delante y los
arbustos de detrás no están perdidos.
Dondequiera que estés es Aquí, y debes
tratarlo como a un importante extranjero,
pedirle permiso para conocerlo y ser
conocido.
El bosque respira. Escucha. Responde,
he hecho este lugar a tu alrededor.
Si lo abandonas, puedes volver nuevamente,
diciendo Aquí.
No hay dos árboles iguales para el Cuervo.
No hay dos ramas iguales para el Reyezuelo.
Si lo que hace un árbol a un arbusto se
pierde en ti,
seguramente estás perdido. Quédate quieto.
El bosque sabe dónde estás. Debes dejar que
te encuentre.
Por eso cuando me encuentro sola
en un lugar inmenso, intento percibir todo aquello que la vida me ésta
ofreciendo. No se trata solo de encontrarte a ti mismo sino de ser encontrado
por lo que te rodea. Qué pena que haya gente que todavía no sepa verlo, ¿verdad?